Apartheid: la segregación racial en Sudáfrica

| Javier Gómez

Apartheid en Sudafrica

El camino a la independencia de los países africanos no fue nada fácil. Las guerras civiles definieron todo el mapa político del continente; las luchas por el poder, las reticencias de los grandes imperios europeos a perder sus colonias, las divisiones tribales, las precarias condiciones medioambientales que llevaron a décadas de hambre y pobreza… Todos ellos fueron determinantes que condicionaron procesos de independencia totalmente diferentes de un país a otro.

En Sudáfrica, tras la segunda guerra bóer, y obtenida una independencia limitada de Gran Bretaña, la segregación racial continuó afianzando sus raíces en la región. Los colonos blancos, temerosos de perder su supremacía y el control sobre la riqueza mineral, comenzaron a imponer restricciones a la libertad de la población negra, y aprobar leyes que permitían la segregación.

Ya desde principios de siglo se limitó a los negros la posesión de tierra con la aprobación, en 1913, de la Ley sobre las Tierras Indígenas; los políticos afrikaners consiguieron además evitar el sufragio a la población negra y obstaculizaron su acceso a la administración pública.

Tras la Segunda Guerra Mundial ascendió al gobierno el Partido Nacional que dirigía Daniel Malan, apoyado por el voto blanco, y con su gobierno llegó de forma oficial el apartheid.

Este término, «apartheid«, proviene del afrikaans, un dialecto derivado del holandés, cuyo significado es, literalmente, separación.

Lograda la victoria en las elecciones de 1947 en coalición con el partido Afrikaans, comenzó la introducción oficial del apartheid: se estableció un registro civil obligatorio, se prohibieron los matrimonios entre razas y se castigaron las relaciones íntimas entre blancos y negros.

En 1950 nuevas leyes establecieron barrios marginales para negros y zonas residenciales separadas; se les reservó espacios recreativos diferentes y las mejores tierras quedaron en manos de los blancos. Los carteles de «solo para blancos» o «solo para negros» podían leerse en playas, escuelas y hasta en bancos por los parques. La población negra, en un simil muy parecido a lo ocurrido con los judíos durante el dominio nazi en Alemania, debían portar siempre con documentación que los identificara y necesitaban del permiso del Gobierno para transitar por las ciudades.

En la década de los 50 nació el Congreso Nacional Africano (CNA) con la idea de contar con representación en los órganos de gobiernos pero la política represiva que finalmente desembocó en una matanza en la manifestación negra de Sharpeville en 1960, los radicalizó. Sin embargo, su recién nacida lucha armada se vio duramente golpeada cuando el Gobierno blanco arrestó y encarceló a sus principales dirigentes, entre los que encontraba Nelson Mandela.

El proceso de Rivonia lo sentenció en 1964 a prisión de por vida.

Con el paso de los años la presión internacional y el proceso de apertura de los Estados vecinos (Angola, Botswana o Mozambique) dejaron aislada a Sudáfrica. En 1960 se le excluyó de la Commonwealth, en 1972 de los Juegos Olímpicos de Múnich y en 1977 recibió la condena internacional de la comunidad occidental, mientras el Consejo de Seguridad de la ONU pedía sanciones económicas en 1985.

El Congreso de EEUU aprobó una ley anti-apartheid sancionando la importación de productos sudafricanos y con ella, el apoyo de las grandes empresas al Gobierno Nacional de Sudáfrica fue retirándose paulatinamente.

Por primera vez, en las elecciones del año 1989, el Partido Nacional perdió su mayoría absoluta, y el primer ministro De Klerk se vio forzado a anunciar el final del apartheid en junio de 1991.

De Klerk y Mandela

De Klerk y Mandela – foto de World Economic Forum

Los hechos se sucedieron rápido: la población negra recuperó sus derechos (entre los que se incluía el derecho al voto) y con ellos y la puesta en libertad de Nelson Mandela, en las siguientes elecciones, las de 1994, el CNA consiguió una victoria aplastante.

Todo quedó refrendado con la llegada de Mandela a la presidencia de la República de Sudáfrica.

UN POCO DE TURISMO

Mucho han cambiado las cosas en Sudáfrica. El turismo ha afluido al país más rico de África, auspiciado también por la propaganda internacional lograda con el reciente Mundial de Fútbol de 2010.

Reservas Naturales y entornos paisajísticos de gran belleza, su clima estable y dulce, sus ciudades modernas y sus buenos medios de transporte son elementos suficientes como para visitar el país.

En Sudáfrica podrás disfrutar de la naturaleza en el Parque Kruger, donde podrás ver elefantes o leones, entre otros animales salvajes, en libertad; podrás avistar ballenas australes en sus costas, bucear con tiburones, hacer safaris fotográficos, degustar sus famosos vinos y conocer grandes ciudades como Johannesburgo, la más rica del país y la más bulliciosa; Pretoria, la capital administrativa; Ciudad del Cabo, de clara influencia neerlandesa, o Durban, una moderna ciudad junto al Índico, conocida por su clima, sus balnearios y sus bellísimas playas.

Ciudad del Cabo

Ciudad del Cabo

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Foto principal de International Labour Organization

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Category: Turismo e Historia en Africa




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