Salamina: la batalla naval más épica de la Historia
La aplastante superioridad numérica de los ejércitos persas sobre una dividida Grecia, por entonces una alianza de polis disgregadas cada una con su propio gobierno, llegaba a su punto culminante frente a la isla de Salamina. Atrás quedaban las numerosas derrotas sufridas por los griegos, la trágica desaparición del cuerpo principal de espartanos que comendaba Leónidas en el paso de las Termópilas o la invasión y destrucción de la mítica Atenas.
Bajo el consejo de Temístocles, los griegos habían venido reforzando su flota naval de trirremes ante la previsión de un enfrentamiento directo con los persas. El político gobernante sabía que su única oportunidad estaría en el mar, pero para ello necesitaría la unión total de los griegos.
La derrota en el paso de las Termópilas de los aguerridos espartanos fue el lazo que unió a aquellas polis. Los siempre orgullosos espartanos quisieron vengar la muerte de su rey y para ello decidieron unirse, con sus numerosos barcos, a la flota de Temístocles.
En el continente, el Helosponto, el impresionante macizo que separa Europa de Asia, vio pasar al que dicen ha sido uno de los más impresionantes ejércitos que se ha visto: trescientos mil soldados persas cruzaron el paso, acompañados de los mastodónticos elefantes y de las armas de guerra más modernas de la época. Inexpugnables, nadie fue capaz de pararlos, atravesando ciudad tras ciudad hasta llegar a Atenas y arrasarla. Despavoridos, los atenienses huyeron hacia la costa, donde se agruparon los restos del ejército griego.
Crecido, el rey persa Jerjes I buscaba la victoria definitiva, la que le otorgara el control definitivo de todo el Peloponeso, mientras también su ejército avanzaba hasta las posiciones costeras frente a la isla de Salamina, en el golfo Sarónico.
En contra de la opinión de todos sus generales que apostaban por tomar posiciones defensivas, Temístocles deseaba una ofensiva rápida y directa, al igual que en su momento se hiciera en la batalla de Maratón. Siempre le habían repetido que «las distancias cortas siempre benefician«.
En el bando contrario, era Artemisia I, reina de Halicarnasso, griega de origen pero consejera real persa y comandante de parte de la flota naval de Jerjes, quien aconsejaba a su rey evitar el enfrentamiento en el mar, donde las fuerzas se igualarían.
«¿Por qué correr riesgos en enfrentamientos navales? Reserva las naves pues por mar nuestros enemigos son tan superiores a tus tropas como lo son los hombres a las mujeres«. Fueron las palabras que, según textos de Heródoto, el gran historiador griego, dedicó Artemisia I de Caria, reina de Halicarnasso, a Jerjes I, rey de los persas, justo antes de la batalla de Salamina.
Mardonio, por contra, el otro comandante de las tropas persas, confiado, aconsejaba atacar inmediatamente a sabiendas de los deseos de Jerjes.
Necesitaban una señal clara, una referencia de la futura victoria segura para así encontrar la justificación que permitiera el ataque, y fue, según cuentan las leyendas, la inteligencia de Temístocles, la que dio la oportunidad a Jerjes de hacer aquello que justo deseaba el militar griego: atacar por mar.
Para ello, dicen, se valió un inteligente ardid. Mandó a un mensajero pidiendo refuerzos, argumentando la mala situación en la que se encontraba la flota y la división interna entre los griegos. El mensajero debía atravesar los territorios ya ocupados por los persas y, como era de esperar, resultó apresado. Justo esa era la maniobra que Temístocles esperaba, pues Jerjes tomó por cierto el mensaje, y creyendo que la flota atenienses estaba dividida, inmediatamente, desoyendo los consejos de Artemisia, mandó atacar. Otras fuentes, sin embargo, cuentan que el mensajero enviado por Temístocles, lo fue pero para hacer llegar un mensaje directo y personal de Temístocles a Jerjes, en el que decía mostrarse contrario a la unión helena, luchar por la causa ateniense y abogar por una victoria persa para así derrotar al resto de polis griegas. Junto a ese mensaje entregaba a Jerjes la forma de derrotar a la flota, indicándole que lo único que tenía que hacer era bloquear los estrechos. Sea como fuere el ardid, lo cierto es que Jerjes acabó por caer en la trampa y actuar justo del modo en que el griego quiso.
Las fuentes que relatan la batalla no coinciden en muchos términos. Desde Heródoto hasta el dramaturgo Esquilo (quien luchó en aquella batalla) mencionan diferentes apartados de la misma. Cuentan, en general, que la flota naval griega contaba con entre 350 y 400 trirremes, mientras que el ejército persa tenía en el mar entre 600 y 800 barcos.
En aquel mes de septiembre del año 480 a.C. Salamina se aprestó a ver la mayor batalla naval de la historia, y para eso, Jerjes, soberbio, mandó disponer un trono sobre los acantilados que se abrían sobre la bahía.
La flota persa cerró el estrecho dejando dentro a los barcos griegos. Jerjes seguía así la nota enviada por Temístocles. Tras cerrar el estrecho, los barcos persas se adentraron en él para atacar a los griegos. Sin embargo, la estrechez de los pasos jugaron en su contra. Pronto la flota persa quedó desorganizada y expuesta, momento que aprovecharon los trirremes griegos para embestir con sus espolones a los barcos persas. El caos ocurrido en la primera línea de barcos de Jerjes, bloqueó el paso a la segunda línea, y ésta a la tercera, y al fin, de este modo, los griegos se hicieron con el control de la situación en el estrecho.
Penetrando por el centro, la flota persa quedó dividida en dos: muchos de sus barcos vararon en las costas, mientras los centrales se hundieron en el estrecho, abordados muchos de ellos por los soldados de infantería griegos, los temidos hoplitas. Los persas que intentaron huir de aquel tremendo caos, volviendo a la entrada del estrecho, se encontraron con los eginetas y también fueron derrotados.
Artemisia de Halicarnasso, uno de los principales personajes de esta historia también supo mostrar su particular inteligencia. Viendo perseguido su barco por griegos y además bloqueado por otros barcos persas decidió atacar a uno de los barcos de su propio ejército. Lo embistió y lo hundió con la esperanza de que sus perseguidores vieran su maniobra y la creyeran aliada. Efectivamente, los griegos, viendo la maniobra, dejaron la persecución. Por su parte, Jerjes, desde sus alturas, también vio aquella operación de Artemisia, pero confundiendo el barco embestido por la reina, pensó que era ella la que había conseguido hundri a un barco griego, motivo, según los historiadores, de su frase «Mis hombres se han convertido en mujeres, y mis mujeres en hombres«.
Esta batalla de Salamina fue la simiente de la posterior victoria definitiva de los griegos, la que sucedería apenas un año después, en el 479 a.C. en las batallas de Platea y Mícala donde acabaría la invasión persa de Grecia.
Monumento conmemorativo de la batalla – foto de Dimkoa
UN POCO DE TURISMO
La isla de Salamina se encuentra en el mar Egeo, en el golfo Sarónico, frente a las costas de El Pireo, y por tanto, a escasa distancia de Atenas, a unos 15 kms. aproximadamente. Es la isla más grande de las llamadas Argo-Sarónidas y su puerto es el segundo mayor de toda Grecia, el puerto de Paloukia. Dada la cercanía, y la importancia de los dos puertos que unen a la isla con el continente, la frecuencia de pequeños cruceros entre el puerto de El Pireo, cerca de Atenas, y el de Paloukia, en Salamina, es alta.
La capital de la isla de Salamina es Kolouri, y es bastante turística sobre todo en verano. Si os preguntáis qué ver en Salamina, aparte claro está de cruzar el estrecho donde se produjera la famosa batalla, están las ruinas de la antigua ciudad, que se encuentra muy cerca del puerto, a medio camino entre Kamatero y Ampelakia, el importante museo naval de Salamina, o la pequeña pero rica iglesia bizantina de Agyos Georgios. También en esta isla se encuentra el monasterio de Faneromeni, donde anualmente se celebra un festival muy conocido en la zona.
Lejos, sin embargo, de la belleza arquitectónica, o de la riqueza turística que tenga, la importancia de este lugar se encuentra en su pasado, en la importancia de la batalla que allí aconteció, y por tanto, ya de por sí, el solo crucero entre El Pireo y Salamina, es un lujo histórico sin precedente.
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Category: Turismo e Historia en Europa