¿Qué son las pirámides? La Necrópolis de Giza

| Javier Gómez

Pirámides de Gizeh, foto antigua

Las pirámides son los más clásicos monumentos simbólicos de Egipto. Es la primera idea a la que acudimos para definir a tan misteriosas edificaciones en torno a la que nos surgen una serie de preguntas que nadie ha sabido contestar con exactitud desde que se crearan las primeras hace ya casi cinco mil años. ¿Cómo se construyeron? ¿de dónde obtuvieron el material suficiente para edificarlas? ¿teniendo en cuenta la época, de qué elementos técnicos se valieron para levantar semejantes bellezas monumentales? ¿en qué se basaron para construirlas con tal perfección y armonía?

Nuestra idea, al menos la de los más profanos en la Historia de Egipto, se queda en el aspecto material, en sus formas, en su historia, en su construcción, dejando a un lado la concepción simbólica/religiosa de estas pirámides.

Son tumbas, sí, donde se enterraban a los faraones, pero su forma obedecía a unas creencias y a unos rituales que eran los propios de la religión solar que regía en la por entonces Heliópolis, nombre griego que se le dió a la zona que hoy ocupa el actual Cairo.

Las pirámides son, por tanto, el reflejo de la cosmogonia solar, de la doctrina heliopolitana que basaba la existencia en la aparición temprana de una «Colina Primordial», entroncándose así con el mito de la creación.

Según esta doctrina, antes de la creación solo existía el Nun, un universo acuoso que se encontraba en tinieblas y silencioso. Fue de ahí de donde surigiría el «Benben», la «Colina Primordial», la tierra en contraposición al agua; y sobre esa colina surgiría el «Benu», el pájaro primordial, cuyo graznido rompió el silencio existente. Por último, y contra las tinieblas, aparecería el «Atum», el dios solar, el Demiurgo, quien se encargaría de continuar la Creación, con la primera pareja divina, la constituida por Shu y Tefnut, de los que nacerían Geb (la Tierra) y Nut (el Cielo), quienes a su vez engendrarían a los cuatro dioses del ciclo osírico, Osiris, Isis, Seth y Neftis.

Es por tanto la base de todo el panteón divino heliopolitano la colina original, el Benben, de modo que, cuando las primeras dinastías faraónicas abandonaron las mastabas como lugar de enterramiento para hacerlo en pirámides, era porque habían adoptado los conocimientos heliopolitanos de culto al Sol, y porque al mismo tiempo se habían empezado a considerar a los faraones como Hijos del Dios del Sol.

Las pirámides se construyeron como símbolo de aquella primera Colina Primordial, tal cual ésta era representada en los antiguos jeroglíficos, al igual que lo harían los obeliscos o los monolitos. Por tanto, la pirámide es una evocación del benben, de la Colina Primordial, pero también se debe considerar como un símbolo de ascenso y comunión con los cielos, del mismo modo, que tiempo atrás, el Demiurgo había salido de la Colina para elevarse al cielo. Una última acepción de la pirámide debe llevarnos a considerarla como un símbolo de poder que se refleja en el paisaje egipcio, como una marca monumental que es visible desde muchos kilómetros en el horizonte y que se alza sobre las fértiles tierras, sobre los desiertos o sobre los oasis, viéndose en la lejanía.

Las pirámides reales se construyeron tanto durante el Reino Antiguo como durante el Reino Medio, pero son las del Reino Antiguo (entre el 2.700 y el 2.200 a.C.), levantadas en el transcurso de las Dinastías III a VI, las que reflejan mejor el auténtico carácter de este elemento arquitectónico; son, además, las de mayor tamaño, las mejor construidas y las mejor conservadas.

Napoleon y la Gran Esfinge

UN POCO DE TURISMO

Las pirámides mejor conservadas son las de la Necrópolis menfita (la antigua Menfis está en el vértice del Valle del Nilo, y ocupa El Cairo y buena parte de extensión a su alrededor). Las visitables y por tanto donde mejor podremos identificar sus elementos son las de Abu Roash, las de Gizah, Zawiyet el-Aryan, Abusir, Saqqara y Dashur.

Si buscamos la zona arqueológica de la antigua Heliópolis, ésta se encuentra en la parte noroeste de El Cairo, pero de ella no se conserva nada. Tan sólo hay allí, donde antiguamente se supone estaba el templo solar, un obelisco que fue mandado construir por Sesostris I, faraón de la XII Dinastía.

A pesar de que las pirámides de Saqqara (la famosa pirámide escalonada del rey Zóser), y las de Dashur también son muy conocidas, las visitas turísticas se concentran en la llanura de Giza, a algo más de 15 kms. del Cairo, en las estribaciones del desierto occidental. Es en esa llanura donde se alzan majestuosas las tres famosísimas pirámide que un día el propio Napoleón admirara, las de Keops, Kefrén y Micerinos. Junto a ellas se encuentran también las tres pirámides de las reinas, junto a la cara este de la Gran Pirámide, la de Keops.

Por último, en las cercanías también se encuentra el museo de la Barca Solar, donde se exhibe una embarcación encontrada no hace mucho, enterrada como ajuar funerario del faraón Keops.

Quizás, el elemento más característico, junto con la Gran Pirámide, de la necrópolis de Gizeh, sea la Esfinge, una colosal escultura esculpida en roca caliza, cuya cabeza supuestamente representa al faraón Kefren, con cuerpo de león. De 57 metros de longitud y algo más de 20 de alto, y situada cerca de la ribera del Nilo, no se encuentra en demasiado buen estado tanto por los muchos años de erosión e inclemencias del tiempo, como por las bárbaras represalías que hubo de sufrir en algunas batallas, como cuando los mamelucos, en tiempos de Napoleón, le destrozaron la nariz de un cañonazo. Valga como curiosidad, además, que tampoco tiene la clásica barba en forma de perilla de las antiguas esculturas egipcias, pero que ésta se encuentra actualmente en el Museo Británico.

Os recomiendo si la visitáis dos experiencias que son únicas y os resultarán inolvidables: la visita al interior de una de las pirámides (aunque no es recomendable para los que sientan claustrofobia) y el posterior espectáculo de luz y sonido que se celebra junto a la Gran Esfinge, donde se os contará, en un ambiente irrepetible, la historia de las pirámides, de sus dioses y de su enigmático pasado.

Lo mejor, y máxime dado los peligrosos tiempos que se están viviendo últimamente, es hacer la visita a la meseta en una excursión organizada, pero si vais por vuestra cuenta, la entrada cuesta unas 60 libras egipcias.

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Category: Turismo e Historia en Africa




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