Historia de Crimea a lo largo de los siglos
Desgraciadamente, la península de Crimea vuelve a estar en el centro de un enfrentamiento político. Desde hace días vivimos con cierta intranquilidad las luchas internas que está sufriendo este territorio que hasta no hace mucho formaba parte de Ucrania, y que ahora se ha independizado, de forma sospechosamente ilegal (o legal bajo sospecha, según se entienda), con el fin de volver a estar bajo el manto de Rusia, de quien se separó allá por el año 1991 con la disolución de la extinta URSS y la independencia de la República de Ucrania.
Sin embargo, éste no es sino el último eslabón de una larga cadena de enfrentamientos, guerras y luchas étnicas que se han desarrollado a lo largo de los siglos por el control de un territorio cuya situación geográfica, clima y recursos básicos le han valido situarse en el centro del interés político y militar de las muchas civilizaciones que han habitado aquella zona del globo terráqueo.
Desde que allá por el siglo XII a.C. la ocuparan sus primeros pobladores, los cimerios, la actual Crimea ha sido habitada en tiempos prehistóricos por los escitas, los taurus (de raza caucásica), los sármatas y los griegos ya en el siglo V a.C. cuando arribaron a sus costas para fundar las comerciales ciudades de Khersones, Feodosia y Kerch bajo el denominado «Reino del Bósforo».
En el siglo I a.C. fueron los romanos los que llegaron hasta la zona más oriental peninsular, permaneciendo allí durante casi tres siglos antes de que los godos los derrotaran y fundaran el reino de Gotnia, cuya capital era Eski Kermen (hoy día se situaría a pocos kilómetros de la actual Sebastopol).
Fueron desde entonces casi mil años de continuas revueltas e invasiones que mostraron el poder de hunos, alanos, jázaros, varengos o kipchaks, entre otras etnias. Un milenio que estuvo fuertemente influenciado por el imperio bizantino y que encontró en la figura de Teodoro a su principal valedor.
Entre los siglos XII y XIII llegaron las tribus turquicas denominadas kipchaks, y a ellos les siguieron los temidos mongoles de la Horda Dorada, y los venecianos y genoveses, destacados comerciantes y navegantes de la época.
Fue a partir de estos años cuando comenzó a forjarse su historia actual.
En el año 1475 los turcos, gracias a los tártaros de Crimea, derrotaron a la Horda Dorada y fundaron el Kanato de Crimea, quien durante casi trescientos años controló no solamente la península de Crimea, sino los circundantes territorios esteparios del norte del Mar Negro que hoy día están incluidos y repartidos entre Ucrania y Rusia.
No obstante, en siglos venideros, un gran imperio había comenzado a crecer en sus cercanías: el ruso, quienes desde un primer momento observó la necesidad de contar con puertos al mar que le permitiera controlar el comercio con Oriente, abastecerse y así enriquecerse para crecer.
Bajo el gobierno de Pedro I el Grande, Rusia ya había conseguido salir al mar Báltico, en su guerra contra los suecos, pero ahora los ojos de aquel país se centraron en el Mar Negro. Catalina II buscaba el comercio por el sur y su única vía de salida era hacerlo a través de la península de Crimea.
El año 1768 marcó el año del inicio de la guerra entre el Imperio Otomano y el Ruso. Aquella primera guerra ruso-turca, que duró seis años, tuvo como principal consecuencia la independencia del Kanato de Crimea tras la firma, el 21 de julio del año 1774 del Tratado de Kucuk Kaynarca. Crimea quedaba así, en la práctica, como un estado independiente, pero en la práctica, satélite, de Rusia, en una situación muy similar a la que en estos momento vive la Península.
Las fricciones entre turcos y rusos no acabaron ahí, y apenas doce años después, aquella paz virtual volvió a romperse cuando Catalina la Grande, junto con su aliado, el emperador del Sacro Imperio Germánico, José II, entraron en Crimea. La guerra volvió a declararse en el año 1788, pero en esta ocasión, la nula preparación de Turquía, unida a la alianza entre Austria y Rusia, propició un final rápido y la definitiva anexión de Crimea a Rusia, que aunque se firmó legalmente el 9 de enero de 1792 mediante el Tratado de Iasi, ya había sido realmente producida en el año 1783 cuando Catalina disolvió el kanato de Crimea integrándolo en territorio ruso como la provincia de Táurida.
Desde entonces, el dominio ruso sobre aquel territorio no fue ni mucho menos pacífico, pues entre otras acciones, la emperatriz Catalina suprimió a los regimientos cosacos e instauró el régimen de servidumbre en la Ucrania oriental.
El mapa de Europa cambiaba por años en aquel agitado siglo XIX. Nuevas potencias surgían en el viejo continente, y ahora, junto a Rusia, estaban el imperio austro-húngaro, una emergente Francia, el siempre metódico imperio de Gran Bretaña, y una potente Prusia. Frente a ellos un cada vez más marchito y decadente Imperio Otomano.
Las ansias imperialistas de Rusia, y la ambición de los zares de considerarse los sucesores naturales del antiguo imperio bizantino, los llevó, a mediados del siglo XIX, a exigir al Sultán turco que cediera el gobierno y protección de todos los ortodoxos que estaban bajo poder del imperio otomano, incluyendo, entre otros lugares, Palestina y Jerusalén, que desde la Edad media estaban bajo gobierno turco. Ante la negativa del sultán, los rusos invadieron las regiones otomanas de Moldavia y Valaquia.
Los extensos territorios que ocupaba el imperio turco eran demasiado apetitosos como para que las otras grandes potencias dejaran pasar la ocasión, por lo que antes que dejar que Rusia siguiera con la ampliación de sus territorios, decidieron apoyar a Turquía, en la protección de los cristianos católicos (la otra facción religiosa que allí habitaba) que estaban bajo gobierno turco.
La guerra de Crimea comenzaría el 25 de marzo del año 1854, cuando una coalición de Francia, el Reino Unido, y el Reino del Piamonte declaraban la guerra a Rusia, en apoyo a Turquía. Tras desembarcar en Crimea, comenzaron el asedio de Sebastopol, en el transcurso del cual se produjo la «carga de la brigada ligera» que ocasionó el fallecimiento de 600 soldados británicos, acción que incluso fue llevada al cine.
A pesar de aquellas pérdidas, y tras un año de asedio, los rusos se retiraron de Sebastopol no sin antes incendiarla completamente, aunque poco después se vieron forzados a pedir la rendición. Ésta se firmaría en el Tratado de París, el 30 de marzo del año 1856, y en él, Rusia admitía su derrota y la pérdida de la capital Sebastopol, se conseguía la neutralidad del Mar Negro y la balcanización y el gobierno autónomo de los principados de Moldavia y Valaquia, aunque eso sí, Crimea continuó bajo dominio ruso.
Ya en el siglo XX, y tras la Revolución Rusa, en el año 1921, Crimea se convirtió en una de las repúblicas autónomas de la naciente Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y así se mantuvo hasta que en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, en el año 1941, los alemanes tomaron Sebastopol e invadieron la península nuevamente. La presencia alemana en el territorio duró hasta la primavera del año 1944 cuando los rusos retomaron nuevamente las posiciones, y, tras la guerra, fue en el año 1954, cuando en un acto altruista, para celebrar el 300 aniversario del Tratado de Pereyaslav (aquel por el que los zares rusos acordaban proteger por primera vez a los cosacos ucranianos), el Óblast de Crimea fue cedido a la vecina república autónoma de Ucrania.
Es por esta cesión (altruista) que, cuando en el año 1991, con la disolución de la URSS, Ucrania se independizó, la península de Crimea pasó a formar parte del gobierno ucraniano.
Sin embargo, el 5 de mayo de 1992, y tras un referéndum nacional, unilateralmente, al igual que ha sucedido en este 2014, Crimea se constituyó en República Independiente, estado que Ucrania no quiso reconocer al anular la declaración de independencia de Crimea. Incluso, aquel mismo año, el Soviet Suprem de Rusia aprobó un decreto por el que se anulaba la cesión de Crimea a Ucrania del año 1954.
Para aliviar las tensiones existentes, Ucrania aceptó que Crimea se constituyera en República Autónoma aunque las leyes de ésta debían estar supeditadas y no contravenir a las leyes ucranianas.
Con estos mimbres históricos a su espalda, y, si nos atenemos a la historia reciente, parecen más cercanos los intereses de Crimea a Rusia que no a Ucrania, a la que ha pertenecido de manera meramente testimonial, y siempre en contra de los intereses de sus ciudadanos, quienes ya han votado, en repetidas ocasiones, en referéndum, por su independencia, que una y otra vez, Ucrania no ha querido reconocer.
La historia no podía acabar de otro modo sino con un nuevo referéndum nacional, el que se produjo el pasado 11 de marzo de 2014, que acabó con una nueva declaración de independencia de Crimea y Sebastopol, y con la integración formal de éstas, a Rusia, el 18 de marzo de 2014.
UN POCO DE TURISMO
Tal y como está la situación política en la región, difícilmente podemos plantearnos la posibilidad de hacer turismo en Crimea o Sebastopol.
No obstante, si hubiera que mencionar ciudades históricas que bien merecen nuestra visita, esas serían:
– La ciudad portuaria de Sebastopol, en la que podréis daros un paseo histórico militar en su Museo donde hay un cuadro muy conocido y valorado allí, «Defensa de Sebastopol 1854-1856», el cementerio de la Confraternidad o el Monasterio de la Cueva Inkerman.
– Simféropol, quizás no tan turística ni bonita, pero al menos es importante, por ser la capital de la República de Crimea.
– Kerch y Teodosia, las históricas ciudades fundadas por los griegos a orillas del Mar Negro, hoy día, importantes centros turísticos y vacacionales (al menos hasta el conflicto de este nuevo conflicto).
– Bajchisarai, otra histórica ciudad cuyos monumentos forman la mejor muestra existente de la antigua historia del Kanato de Crimea.
Category: Turismo e Historia en Europa
Todo esto está demasiado interesante, pero para leer despacio y con calma. Como me inscribo?
muy interesante me gusta estudiar historia
DESDE TACNA, PERÚ, PAÍS DE LOS INCAS
CRIMEA SIEMPRE FUE RUSA, ES Y SEGUIRA SIENDO RUSA.
¡ ¡ LARGA VIDA A LA MADRECITA RUSIA ! !