El cementerio de Arlington y su origen inesperado

| Javier Gómez

Cementerio de Arlington

Situado cerca del río Potomac, en las cercanías del Capitolio, en Washington D.C., el cementerio nacional de Arlington es quizás uno de los famosos camposantos de todo el mundo, probablemente por su aparición en muchas de las películas norteamericanas que todos vemos en nuestras pantallas. Allí, en aquella enorme extensión de más de 250 hectáreas, yacen los restos de muchos héroes americanos, desde la Guerra de la Independencia hasta la más reciente de Irak.

Sin embargo, y a pesar de su enorme fama, pocos conocen su verdadera historia ni los misterios que se esconden detrás de su origen.

Arlington House es la mansión que domina aquel cementerio. La que un día se conociera como la «Mansión Custis-Lee» fue construida en el año 1802 por George Washington Parke Custis en homenaje a su abuelo George Washington, primer presidente de los Estados Unidos. Fue en el año 1857, tras el fallecimiento de su propietario, cuando heredó la vivienda su hija Mary Ann Castis, quien a su vez se casó con Robert E. Lee, un eminente soldado de la Unión que había destacado en la Guerra de Estados Unidos contra México y que había conseguido diferentes nombramientos y condecoraciones a lo largo de su carrera.

Fue a principios del año 1861 cuando el presidente de la nación, Abraham Lincoln, le ofreció el mando del ejército unionista ante la más que previsible escisión entre el norte y el sur del país. Sin embargo, y tras la separación del estado de Virginia, Robert E. Lee decidió abandonar el ejército de la Unión (sólo 3 días después del ofrecimiento de Lincoln) y unirse a los confederados a los que lideró durante toda la guerra.

La decisión fue tan inesperada como decepcionante para muchos que comenzaron a considerar a Lee como un traidor. Como tal, su finca, o mejor dicho, la de su mujer, Mary Ann Custis-Lee, se había convertido automaticamente en una amenaza para la seguridad de la capital, Washington.

Después de vivir 30 años en aquella mansión, los Lee se marcharon huyendo al sur, mientras que Arlington fue tomado por el ejército del norte.

1864 fue un año trágico en la guerra. Washington estaba llena de soldados heridos y de víctimas de la guerra de Secesión. Tras tres años el odio contra Lee había crecido en el norte y no se encontró mejor forma de agraviarlo que, como venganza, enterrar los cuerpos de 75 soldados en lo que antiguamente era el campo de rosas de Arlington House. Fue el nacimiento del cementerio de Arlington. A fines de ese año de 1864 casi 7.000 soldados yacían enterrados allí.

Pero la guerra acabó y aunque Robert E. Lee jamás volvió a aquellos terrenos, su hijo, George Washington Lee sí que intentó recuperarlos. Procedió legalmente contra el nuevo gobierno norteamericano y la Justicia le dio la razón. El Gobierno de la Unión estaba obligado a restituirle las tierras de Arlington a la familia Custis-Lee.

Evidentemente se presentaba un enorme problema: los miles de soldados enterrados ya en aquel lugar. Había que intentar evitar el escándalo que supondría el levantamiento de los cuerpos de modo que, sabiamente, el Congreso decidió comprar la herencia por un monto de 150.000 dólares.

Tras la compra, finalmente, aquellos terrenos quedaron ligados para siempre al reposo de las almas de todos los soldados y héroes americanos caídos.

Allí, entre las lápidas, pueden leerse las miles de inscripciones de soldados fallecidos en aquella guerra de Secesión, pero también las dos guerras mundiales, o en las más recientes de Vietnam, Afganistán o Irak, e incluso pueden leerse los nombres de algunos presidentes, como John Fitzgerald Kennedy, quien también descansa aquí.

UN POCO DE TURISMO

El cementerio de Arlington recibe la visita de casi 4 millones de personas anuales, entre los que vienen a rezar por sus parientes y los turistas que se acercan aquí a visitar tan conocido lugar.

Para llegar solo hay que cruzar el puente de Arlington Memorial que se halla justo enfrente del Lincoln Memorial. Es más, Arlington tiene hasta su propia parada de metro, así que no hay pérdida. Una vez dentro, evidentemente es la tumba de JFK la que más visitas recibe, así como la Tumba al Soldado Desconocido, con guardia permanente, o el memorial de Iwo Jima.

En la entrada hay mapas que os entregarán para que no os perdáis dada la ingente cantidad de filas de lápidas blancas alineadas que existe. No esperéis mucho lujo, ni nada fuera de lo normal. Al contrario, lo que sorprende de allí es la paz que se respira, el silencio, la pulcritud y sobre todo, la sencillez.

Un lugar indescriptiblemente apropiado para el descanso eterno, desde luego.

Foto vía: Arlingtoncemeterey

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Category: Turismo e Historia en America




Comentarios (1)

  1. carlos GREMES dice:

    hola. Recuerdos hermosos de un viaje a los EEUU, el año pasado. conocí Filadelfia, Washington,Boston. Abrace y bese la campana de la libertad. Visitamos el cementerio de arlington. Y experimente una gran emoción cuando conocí en Nueva York. A mi novia. La señorita. lady liberty. Saludos desde. Buenos aires. Aargentina