El ataque a Pearl Harbour: el día de la Infamia
Más de setenta años después del Día de la Infamia, día en que Japón atacó las costas norteamericanas en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos aún sigue conmemorando aquel trágico domingo de diciembre en que más de 2.300 personas dejaron su vida en el ataque a Pearl Harbour.
El 7 de diciembre de 1.941 había amanecido tranquilo y despejado. El cielo hawaiano mostraba su intenso azul a los soldados de la base naval de Pearl Harbour atracada en la costa de la isla de Oahu, en Hawaii. Nada hacía presagiar que pocos minutos antes de las 8 de la mañana los zeros japoneses barrerían aquel puerto con torpedos y ametralladoras en una operación casi perfectamente orquestada desde meses antes.
Mientras Alemania se había hecho dueña de casi toda la Europa continental, con sólo Inglaterra haciéndole frente y las tropas nazis avanzando sin obstáculo hasta el mismo corazón de Rusia, Japón, la otra gran potencia contendiente de aquella gran guerra, quería mostrar su poderío naval avanzando por todo el Pacífico para controlar las costas asiáticas desde China hasta la India. Emergían así dos poderosos rivales que amenazaban con destruir al imperio británico entonces dirigido por Winston Churchill. Aún cuando habían hecho frente a los alemanes manteniéndose firme en su isla y defendiendo Londres y las costas británicas de los ataques de la aviación alemana, la situación se agravaba por meses, no sólo por el potencial nazi, sino porque el gobierno nipón aspiraba a hacerse con parte de las posesiones inglesas en Asia. Ante el temor a perder la guerra, Churchill intentó pactar con Roosevelt, presidente norteamericano, la entrada de EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial. Con tal fin, ambos se encontraron en las aguas de Terranova a bordo del crucero de guerra Augusta en agosto de 1941. No consiguió Churchill la alianza de guerra con los americanos, pero a cambio sí logró su total apoyo logístico y la completa seguridad de que cualquier acto de guerra que fuera en contra de los intereses de EEUU pondría a los estadounidenses a su lado.
El domingo 7 de diciembre de 1941 las relaciones diplomáticas entre Japón y EEUU estaban muy alteradas. Aún así, tanto el embajador japonés como el secretario de Estado norteamericano habían acordado encontrarse aquella misma tarde para limar las diferencias y acercar posturas. A la espera de esa reunión, todo el Gobierno estadounidense permanecía tranquilo con la confianza de que nada cercano preveía ningún acto hostil. Lejos de Washington, en las costas de Hawaii la flota naval permanecía anclada en Pearl Harbour, los depósitos de la munición cerrados y los aviones en sus hangares. Los marineros descansaban en las literas de sus barcos, mientras los aviadores dormían después de una larga noche de fiesta en Honolulu. El día y la hora no podía ser más propicio para atacar a una flota temida como era la norteamericana.
La reunión del embajador japonés no era más que una estrategema para sembrar la confianza en el Gobierno de modo que a las 7,35 h. la radio japonesa transmitió a la isla del Sol Naciente una orden clara que pasaría a la Historia: tres palabras resonaron en la base militar de Tokio: «Tora, tora, tora«, mensaje con el que ponía en marcha la operación de ataque a Pearl Harbour, a más de 5.000 kms. de distancia de Tokio. A las 7,55 h. fue el comandante en jefe de la flota japonesa, Isoroku Yamamoto, el que daría la orden por radio a todos los aparatos de guerra.
A esa hora, cinco minutos antes de las 8 de una clara mañana de diciembre, cuando aún dormían muchos de los marineros de los ocho acorazados anclados en la bahía, los cazas japoneses sobrevolaron a baja altura el cielo de la isla de Oahu. La lluvia de metralla desde los aviones, así como el ataque de torpedos a que fueron sometidos los barcos que en ese momento permanecían varados en lo que se conocía como la «Avenida de los Acorazados», tiñeron de rojo las azules aguas del Pacífico. 183 aviones torpederos se lanzaron contra los barcos en una primera oleada. Uno de aquellos torpedos cayó verticalmente sobre el Arizona, uno de los acorazados más grandes de la Marina estadounidense, atravesó sus dos cubiertas y llegó hasta el depósito de municiones, donde estalló haciendo saltar en pedazos al barco que acabaría por hundirse con toda su tripulación dentro. El Nevada, otro de los acorazados, fue derribado mientras intentaba salir al mar entre todo el fuego enemigo. El California acabó también hundido tras el impacto de dos torpedos, mientras el Okklahoma recibía hasta cuatro impactos que lo volcaron, el Utah dos y el West Virginia hasta siete impactos.
En una segunda oleada, otros 170 aviones, esta vez bombarderos, se lanzaron contra la base aérea de la isla que fue literalmente barrida. Los aviones nortemaericanos no tuvieron tiempo de despegar. 188 de esos aviones fueron destruidos en tierra.
Fueron noventa minutos de horror los que duró aquel ataque que, sorprendentemente, fue cancelado tras la segunda oleada. Chuichi Nagumo, vicealmirante japonés que estaba dirigiendo el ataque, ordenó la retirada ante el temor de que los portaaviones Enterprise, Lexington y Saratoga, supuestamente en las cercanías, hubieran recibido ya la orden de contraataque. Nagumo, creyendo a la flota estaodunidense destruida, consideró el ataque suficiente, volviendo victorioso a Tokio.
Nada más lejos de la realidad, pues si bien, Estados Unidos tardaría meses en recuperar todo su potencial marino, lo que le costó varias derrotas en los siguientes meses, habían sido tocados donde más le dolía, en su rogullo nacional, atacados como habían sido en su propio territorio, en suelo americano. Además, la retirada hizo que la destrucción no fuera total. Una tercera oleada hubiera dejado sin capacidad de respuesta durante varios años a EEUU, máxime si además hubieran sido atacados las reservas de combustible que el país tenía en Hawaii.
Un análisis profundo de aquel ataque deduciría que lo que en principio había sido una gran victoria japonesa, no fue sino un gran error motivado por la soberbia nipona. Aquel ataque dio motivos suficientes a Estados Unidos para entrar en la guerra, como tenía previsto Churchill, como aliados de Inglaterra. Además, el no haber realizado aquella tercera oleada de fuego sobre Pearl Harbour facilitó una recuperación más rápida de lo prevista. Hoy día a nadie le cabe duda de que la entrada de Estados Unidos en la guerra fue la que decantó la balanza en favor de los aliados en un momento en que Inglaterra, la única defensora del continente europea frente a las tropas nazis, estaba a punto de caer, asfixiada por diferentes frentes. Quien sabe si, como después se ha llegado a decir, los mandos americanos sabían de antemano del ataque japonés pero callaron en pos de conseguir un motivo para justificar la guerra ante el pueblo americano. Avisos y hechos hubieron suficiente como para haber detectado el ataque japonés, aunque todos se escondieron bajo una cadena de errores humanos que no supieron dar respuesta a semejante afrenta.
Sólo un día después de aquel ataque, Roosevelt se dirigió a su nación: «Ayer, 7 de diciembre de 1941, un día que será recordado como el Día de la Infamia, los Estados Unidos de América fueron atacados sin previo aviso por fueras aéreas japonesas…»
Unas horas después, a las 16,14 h. del día 8 de diciembre de 1941, Estados Unidos declaraba la guerra a Japón. Gran Bretaña también lo hacía ese mismo día, mientras la Alemania de Hitler hacía lo propio declarando la guerra a Estados Unidos el 12 de diciembre de aquel mismo año. Al fin, la Segunda Guerra Mundial había atravesado el Atlántico.
UN POCO DE TURISMO
Aún se sigue conmemorando aquel desgraciado día de la historia norteamericana. Los restos del acorazado USS Arizona aún permanecen hundidos en la bahía de Pearl Harbour con los restos de los 1.170 soldados que murieron en su interior. Casi nueve años después de aquel luctuoso hecho, en 1950, del único mástil que asomaba del barco fuera del agua, se izó la bandera estadounidense, y ocho años más tarde, en 1958, se construiría un impresionante monumento en recuerdo a las victimas, sobre los restos del navío.
Foto autor: Jayme Pastoric USN
El 30 de mayo de 1962 los restos fueron designados como santuario nacional y hoy día es lugar de peregrinación de muchos soldados retirados, curiosos y turistas que van a Hawaii. Más tarde, el 15 de octubre de 1966, fue incluido en el Registro de Lugares Históricos del País. En el interior del monumento, construido en mármol blanco, y con forma estilizada de cubierta de barco, hay un gran salón en una de cuyas paredes están los nombres de todos los desaparecidos aquel día; además, desde él, puede entreverse bajo el agua la silueta del acorazado, así como una de las torretas del mismo que quedó sin sumergirse.
Desde Oahu se organiza muchas excursiones que llevan a recorrer puntos históricos de la isla, entre los que está este monumento conmemorativo. El precio ronda los 35 dólares.
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Category: Turismo e Historia en America
Supongo que puedo darte un consejo: No te creas todo lo que imprimen. Me explico Pearl harbour fue un autoatentado, las flotas Norteamericanas estaban lejos del alcance de los japoneses ya que sus aviones no tenían suficiente combustible como para llegar hasta su locación en la costa oeste de EEUU entonces la trasladó a Hawai( en Pearl harbour) donde si lograban llegar pero claro el combustible no les alcanzaría para dar la vuelta(de allí los kamikaze que vemos en la pelicula), la declaración de guerra llegó a Washington mucho antes del ataque entonces que hicierno? dar la alarma a Pearl Harbour? no todo lo contrario los buques estadounidenses más modernos fueron retirados de Hawai, y sólo se dejó una treintena de naves muy antiguas o averiadas y sus respectivas tripulaciones. En otro oscuro acto de traición a su propio país por parte del gobierno norteamericano, el comandante de la flota estadounidense en Pearl Harbour ni siquiera fue notificado por Roosevelt de que en solo cuestión de horas sería atacado por la aviación nipona, por lo que nada pudo prepararse adecuadamente y las bajas fueron muy fuertes cuando finalmente se produjo el ataque.