Pompeya, sepultada bajo la lava

| Javier Gómez

Pompeya I

Pompeya parecía condenada a desaparecer sepultada. Así pensarían muchos fanáticos que vieron en esta ciudad la sede del hedonismo y que incluso en su mismo nombre parecía jactarse del boato que en toda ella se respiraba. Pompa, de ahí dicen unos que surgió el origen de su nombre, cuando Hércules, victorioso de sus campañas en España, regresó pasando por Campania donde entró con toda la pompa que podía y donde fundó esta ciudad allá por el siglo VII a.C. Quien sabe si no es leyenda. Porque lo cierto es que hay otras teorías que basan su génesis en la palabra osca «pumpe» cuya traducción sería «cinco» en alusión a las cinco aldeas de la que dicen procedía.

Sea como fuere, sus inicios parecen asentarse en aquel siglo, el VII a.C. Era por aquel entonces una región cuyos asentamientos procedían de diferentes fuentes: los griegos habían estado en la zona desde dos siglos antes, mientras los etruscos llegaron precisamente en ese siglo. Más tarde serían los samnitas los que invadirían Campania y los que gobernarían con firmeza la ciudad de Pompeya convirtiéndola en un puerto moderno y una ciudad cada vez más próspera. Enfrentados a Roma, acabaron finalmente siendo colonia de éstos bajo el nombre de Conerlia Pompeianorum, y aunque perdieron parte de su territorio, al menos, sus habitantes recibieron la ciudadanía romana. Corría por aquel entonces el año 80 a.C.

Pompeya seguía siendo un importante puerto mercante y era zona de tránsito en el comercio hacia el interior. Sin embargo, los temblores sísmicos comenzaron a reproducirse cada vez con más frecuencia. En el año 62 d.C. un importante terremoto asoló parte de la ciudad, que hubo de ser reconstruida en parte gracias al capital de las clases más altas de la sociedad pompeyana. Apenas se recuperaría porque apenas 17 años después, el 24 de agosto del año 79 según los escritos de Plinio el Jóven, la erupción del Vesubio sepultó bajo la lava a las ciudades hermanas Herculano y Stabia, mientras que a la ciudad de Pompeya llegaba una intensa nube de cenizas, piedras volcánicas y azufre que la asoló dejando a su paso más de dos mil víctimas.

Lo que hoy se denomina nube piroclástica derrotó a una ciudad que se levantaba egocéntrica y hedonista como lo demuestran las múltiples muestras que como si de un molde de escayola se tratara llegaron hasta nuestros tiempos. Desde pinturas murales de un alto contenido erótico, hasta frescos o utensilios, reflejaban una forma de vida hecha para el goce. Ostentación y lujo para una ciudad de la que el Vesubio no tuvo piedad.

Muchos siglos después, en el año 1748, la ciudad fue redescubierta. Se encontraron numerosos restos arqueológicos, pero lo más curioso era encontrar auténticos moldes con forma humana. Al parecer, de aquellos habitantes sólo había quedado el molde hecho en ceniza petrificada. En 1860, el arqueológo Giusseppe Forelli recomendó rellenar aquellos moldes con yeso, dejando así las figuras tal cual encontraron su final muchos años antes. Figuras tan curiosas como la dueña de la Casa del Fauno, que aparece en el portal petrificada y con una bolsa de monedas en la mano.

Pompeya II

UN POCO DE TURISMO POR POMPEYA

Como parte del Parque Nacional del Vesubio, y por su histórico y trágico pasado, la ciudad de Pompeya se ha convertido en un destino turístico ineludible cuando se viaja a Nápoles, provincia a la que pertenece. Múltiples excursiones parten cada día desde la capital napolitana para ver los restos que se conservan de aquel fatídico momento.

Sin duda, la visita debe centrarse en las antiguas ruinas donde podremos ver el Antiquarium, la Puerta de la Marina, el Foro, el Teatro, el Lupanar o las Termas, entre otros muchos edificios. Lo curioso de esta visita será pasear y ver cómo era la vida de aquel entonces y observar cada detalle, casi milimétricamente puesto, de cómo quedó exactamente la ciudad justo después de la gran erupción del Vesubio.

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Category: Turismo e Historia en Europa




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