Covadonga, principio de la Reconquista

| Javier Gómez

Ermita de Covadonga

«Asturias es España, y lo demás tierra conquistada».

Corría el siglo VIII. Arrinconados en unas montañas, en el corazón de los viejos Picos de Europa, en la Cordillera Cantábrica, unos pocos aguantaban las últimas acometidas de las tropas musulmanas. Hacía ya 11 años, en el año 711, que una avanzadilla a las ordenes de Tariq había cruzado Gibraltar para desembarcar en la Península. Bajo el pretexto de ayudar a los hijos de Witiza, anterior rey visigodo, y derrocar al vigente rey Rodrigo, penetraron desde Tarifa hasta el mismo corazón del reino. Poca oposición encontraron en un estado visigodo desmembrado y en guerra civil y así avanzaron hasta las cercanías de la actual Córdoba. En Wadi Lakkah, miles de hombres se encontraron frente a frente: por un lado, las tropas de Tariq; por el otro, las de Rodrigo más las de los hijos de Witiza. Pero, llegado el momento culminante, éstos últimos, en connivencia con Tariq, se retiraron, dejando sólo a Rodrigo y sus hombres.

Nada pudo hacer su caballería frente a los arqueros musulmanes, y en aquel mismo año, en aquella batalla, acabaría por dar su vida el propio rey.

Parecía que todo había salido según lo planeado, pero lejos de recuperar el trono, pronto vieron los sucesores de Witiza que los musulmanes no pretendían otra cosa sino conquistar toda la Península y gobernarla. Ya con el emir Musa ibn Nusair en tierras visigodas, pronto se hicieron con Toledo, la capital, y con ella toda la península.

¿Toda? no. En Cangas de Onís, en el año 718 había un pequeño núcleo de astures, liderados por Pelayo, que osaron rebelarse contra el dominio moro. Ante la negativa de pagar los impuestos exigidos, Munuza, gobernador del norte peninsular, comenzó a hostigarlos.

Se sucedieron las batallas; una tras otra embestida, los obligaban a replegarse, pero nunca acababa con ellos. La ayuda desde el sur no tardaría en llegar. Dice la leyenda que hasta 187.000 sarracenos marcharon al norte (cosa no demostrada). En aquellos años, en el 712 y 714 las incursiones les llevaron a Lucus Asturum y a Gijón, y sólo Pelayo, en Piloña, fue capaz de no capitular. Apenas 300 combatientes, muchos de ellos, lugareños, se poastaron en el estrecho Valle de Cangas de Onís, un lugar estratégico y bien defendible.

En aquel valle, cerrado por el Auseba, poco espacio había para que los soldados pudieran entrar en grandes grupos. Muros de piedra, precipicios y altas montañas se convertían en el lugar idóneo para establecer la última línea de defensa de la Península, y tras ellos, el último reducto, el más importante, el más sagrado, la Cova Dominica, la actual Covadonga.

La leyenda se confunde con la realidad en este punto, pues según cuentan, 20.000 musulmanes intentaron entraron en el valle. Era la primavera del año 722. Pelayo, por su parte, apostó a 100 hombres frente a la cueva, y a los otros 200 de los que disponía los situó por los cerros colindantes. Cuando el ejército moro entró, una auténtica lluvia de flechas, palos y piedras cayó sobre sus cabezas. El camino a sus espaldas quedó cerrado, y los soldados atrapados. Desde los cerros, desde una posición predominante, los astures luchaban enfervorecidos. Aquellos cristianos practicamente aniquilaron a los musulmanes. En la huída aterrorizada de los que quedaban, esa misma leyenda cuenta que un corrimiento de tierras acabó el trabajo iniciado por aquel pequeño grupo y muchos de aquellos bereberes se despeñaron por las cimas.

A través de la ruta del Cares, los musulmanes huyeron, perseguidos por los hombres de Pelayo, e incluso en la huída de Gijón, el propio Munuza pereció.

Aquella victoria fue el aliento que se necesitaba para reconquistar la Península, y aunque pasarín muchos años antes de hacerlo, la batalla de Covadonga pasó a la Historia como una gesta, como un hito que insufló el valor necesario para hacer frente a los musulmanes venidos de África.

Pelayo, rey por Madrazo

UN POCO DE TURISMO EN COVADONGA

Es Covadonga un enclave ideal para disfrutar de la Naturaleza, para olvidarse de la vida urbana e integrarnos en la montaña, en el aire puro y en las inmensas vistas que desde allí se tiene.

El Valle se encuentra al norte de los Picos de Europa, en Asturias. La intensa humedad que hay allí hace de este sitio, un paraje perennamente verde, cubierto de extensas praderas y con una espesa arboleda. Es esta misma humedad, la niebla mañanera y las montañas, las que convierten a veces este sitio en un lugar casi fantasmal o mágico. Esa imagen en la que todos pensaríamos en caso de contar cuentos de hadas o brujas. En ocasiones, las nubes se situan por debajo de la línea de las montañas, y juguetea con las cimas; desde arriba, el Santuario de Covadonga parece dirigir la orquesta situándose por encima de ellas, como si se encontrara flotando en el aire.

Un poco más abajo se encuentra la Ermita donde se guarda la Virgen de Covadonga. Bajo ella unas frescas cascadas caen con fuerza hacia una poza. Más arriba el Santuario que marca aquel histórico sitio para los cristianos.

Fue el rey Alfonso I quien mandó construir la capilla en aquella cueva donde un día Pelayo apostara a cien de sus hombres. En ella se elevaron tres altares: en uno está la Virgen de Covadonga, otro está dedicado a San Juan Bautista y el tercero a San Andrés. Desgraciadamente, aquella capilla original de madera, se incendió en el año 1777, y se perdió también la imagen primera de la Virgen. La actual data del siglo XVII y fue dada por la Catedral de Oviedo. Aquí, en la capilla de Covadonga, en la cueva, yacen los cuerpos de Don Pelayo, de su esposa, y del rey Alfonso I.

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Category: Turismo e Historia en Europa




Comentarios (3)

  1. maria dice:

    Home, es que estos son los trescientos también, pero astures ( y cántabros, como pasó ya con roma).

  2. mari tere dice:

    covadonga para mi,es majica. En general,me encanta Asturias y soy manchega.

  3. pilar dice:

    Asturias:es especial yo vivo en castilla la mancha pero soi asturiana .
    Cada vez q subo no me bajo sin ir a covadonga. Ver a mi santina puxa asturies un saludo