Historia de los cruceros
¡Qué natural nos parece hoy en día la idea de viajar en cruceros! entramos ya hace años en una época en la que cruzar el Atlántico o ir de lado a lado del Mediterráneo lo vemos como lo más normal del mundo. Mucho han avanzado los transportes desde aquellos tiempos en que para llegar a América, «la tierra de las oportunidades», había que pasar días y días en alta mar. Mucho ha pasado desde la época en que un crucero estaba reservado para las damas y caballeros de la alta sociedad y eran reflejo de lujo y posición social.
El Titanic fue la imagen por antonomasia de aquellos tiempos; la división de clases, la diplomacia social, los vestidos, las costumbres. Era principios del siglo XX por aquel entonces, pero, sin embargo, los servicios transantlánticos surgieron mucho antes, en pleno siglo XIX.
Fue el Britannia el que en el año 1840 abrió la veda de los viajes marítimos de larga distancia cuando el 18 de julio de aquel año hiciera el viaje entre Liverpool y Halifax. Dos años antes, en 1838, había nacido la P&O, la Peninsular Steam Navigation Company, en el Reino Unido, evidentemente.
A partir de entonces, la novedad de este tipo de viaje, la posibilidad de conocer otros territorios con un transporte que se antojaba cómodo y lujoso, se centró en la alta sociedad londinense, máxime cuando incluso grandes escritores, muy seguidos en aquella época, como Charles Dickens, comenzaron a incluirlos en sus libros.
La demanda hizo que nacieran nuevas compañías y que con ellas llegara la fuerte competencia que derivó en mejoras tanto en máquinas como en frecuencias y destinos a visitar. Se estaba convirtiendo en una carrera contrarreloj por conseguir los mejores tiempos, la mayor comodidad o las mayores distancias. Pero todo tiene sus límites, y la ambición muchas veces ha llevado a grandes desastres.
Con aquel nivel de competitividad se entró en el siglo XX. Cruzar el Atlántico era el objetivo, y hacerlo en el menor tiempo posible, el reto primordial de compañías como la White Star o la French Line. El reconocimiento que se obtenía con el Blue Ribbon (un premio que se otorgaba a las compañías más rápidas) era tan importante a nivel económico y social, que esas mismas compañías forzaban al máximo sus engranajes para conseguir llevárselo. Y, claro está, tenía que llegar un fatídico momento en que se sobrepasara el límite de lo humanamente posible en aquellos tiempos.
El 14 de abril de 1912, el Titanic se hundió pereciendo en él 1.505 personas. Fue una tragedia que bien pudo evitarse con la prudencia necesaria, pero una concatenación de errores dio al traste con la ilusión de muchas personas y con la vida de cientos de ellas.
Pero nada se para en este mundo. Los cruceros siguieron, y las grandes compañías lucharon por demostrar que aquél era un medio tan seguro o más que otros. Curiosamente los años 30 vieron aparecer la Ley Seca por la que se prohibía el consumo de alcohol en muchas ciudades norteamericanas. Sin embargo, aquella prohibión no llegaba al mar, por lo que en cruceros era totalmente lícito hacerlo. Fue el empujón que necesitaba la industria naviera para crear un nuevo tipo de cruceros, los minicruceros de apenas 3/4 días de duración.
El Ocean Monarch fue el primer barco considerado como crucero exclusivamente, o sea, para el transporte de pasajeros. Por su parte, el Caronia fue el primero que en los camarotes incluyó baños individuales. Los avances continuaban, hasta que llegó la Segunda Guerra Mundial. Evidentemente, el transporte sufrió un parón, y los cruceros no quedaron al margen. Además, muchos barcos se requisaron para transportar tropas de los ejércitos.
Tardó años en recuperarse el transporte por mar, máxime cuando empezó a popularizarse el transporte por avión, muchísimo más rápido.
Prácticamente la segunda mitad del siglo XX, los cruceros sufrieron la dura competencia de los aviones, tanto que no se recuperaron sino hasta los años 90, cuando se comenzaron a comercializarse los cruceros como forma de ev asión y de relax en alta mar. Los buques cada vez ofrecían más espectáculos y servicios a bordo; se visitaban importantes ciudades y los puertos de atraque mejoraban sus servicios de atención al cliente.
La bonanza económica de los 90 ayudó, por supuesto, a viajar más. Se crearon cruceros temáticos, e incluso se volvió la vista a sectores más jovenes, de modo que los niños viajaran gratis o que incluso los jovenes tuvieron su propio hueco. Los barcos albergan ahora grandes fiestas cerradas, y en apenas 3 días, sin apenas escalas, y en alta mar se puede vivir grandes emociones nocturnas como si se estuviera en tierra. Es el caso del Ibiza Boat Closing Party, un buque (el Grand Holliday) que te lleva de Barcelona a Ibiza y regreso, saliendo un jueves y regresando un domingo, con la sola misión de disfrutar del baile, de la fiesta, y de los clubes más animados de una ciudad, Ibiza, que es referente nocturno de media Europa.
Sí, han variado mucho los gustos desde los comienzos del siglo XX. Han variado las costumbres, el público objetivo, la sociedad y, sobre todo, el nivel económico, y todo ha ido en favor, de una industria, la crucerista, de la que no dudo que aún queda mucho por ofrecer.
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