Guernsey, puerta de entrada a Gran Bretaña

| Javier Gómez

Faro de Guernsey

Situada en el Canal de la Mancha, la isla de Guernsey fue, durante la Segunda Guerra Mundial, la puerta de entrada a Gran Bretaña, la escala ideal para los alemanes quienes vieron en su posición estratégica frente a las costas de Normandía, el modo no sólo de defender el territorio continental francés ya tomado, sino de establecer una primera escala antes de afrontar definitivamente el ataque definitivo a Gran Bretaña.

Era, además, un golpe de efecto para los ingleses que veían perder así una de sus posesiones en el Canal, y como tal, era por tanto, una primera demostración de fuerza y una declaración de intenciones por parte de los alemanes. Desgraciadamente para su población, se vieron envueltos en una guerra en la que se vieron denostados tanto por alemanes, sus invasores, como por ingleses, quienes los dejaron desprotegidos ante el temor de que toda la ayuda que se les prestara acabaría en manos nazis.

Sin embargo, su historia no sólo se rige por estos recientes hechos, pues por esa misma posición, la isla de Guernsey se vio envuelta, a lo largo de su historia, en diferentes conflictos que la llevaron incluso a ser atacada por piratas franceses que la tomaron en nombre del Reino de Francia en el transcurso de la Guerra de los Cien Años.

Durante los siglos V y VI los sajones invadieron Gran Bretaña. Muchos de los británicos se vieron empujados a huir de la gran isla, y algunos aterrizaron en estas islas, tanto la de Jersey como la de Guernsey (las por entonces llamadas islas anglosajonas). Así permanecieron durante casi cuatro siglos, pero allá por el siglo X, en el año 933, pasó a depender del Ducado de Normandía, en poder británico. En los siglos siguientes, fue atacada e invadida tanto por franceses como por mercenarios aragoneses y no fue hasta el siglo XIX cuando se le concedió la importancia que realmente tenían estas islas, tan cercanas al continente europeo, en las rutas comerciales. Fue a partir de entonces cuando verdaderamente comenzaron a prosperar.

Su etapa más trágica la vivió en la Segunda Guerra Mundial. El 20 de junio de 1940, apenas seis días después de que las tropas alemanas entraran en París, los habitantes de Guernsey comenzaron a percibir el peligro que corrían. Los alemanes estaban ya prácticamente junto a la costa. Alcanzaban a ver sus tropas y su maquinaria de guerra en la costa normanda y se dieron cuenta de que en su posición difícilmente podrían recibir ayuda de Gran Bretaña.

Aún así, la pidieron, pero lo único que alcanzaron a dar los ingleses fue el enviar barcos suficientes para desalojar a los niños y las mujeres embarazadas. El 20 de junio, en Saint Peter Port, su capital, se vivieron escenas de mucho dolor: familias enteras quedaron rotas, los padres se despidieron de sus hijos con la esperanza de que en Londres serían acogidos por buenas familias pero con la desesperanza de no saber si algún día los volverían a ver.

Fue justo a tiempo, porque el 28 de junio de 1940 comenzaron los bombardeos alemanes sobre la isla que poco después sería tomada y fortificada por los alemanes. Desgraciadamente, y tras dejar un destacamento allí para controlar y asegurar la zona, los alemanes apenas le dedicaron recursos. En poco tiempo, los alimentos más básicos comenzaron a escasear pues ni les llegaban desde Inglaterra ni desde Francia. Fueron más de cuatro años hasta que al fin, el 27 de diciembre de 1944, ya en las postrimerías de la gran Guerra y con los alemanes a todas luces reduciendo posiciones en toda Europa, la Cruz Roja hizo su primer envío. El barco «Vega» al fin avistó las costas de Guernsey y consiguió hacer llegar un cargamento para todos sus habitantes.

Los alemanes, por su parte, se mantuvieron en las islas casi hasta abril de 1945 y aunque en general su trato fue bueno dentro de lo que cabe, no es menos cierto que impusieron su firmeza con quienes osaban enfrentárseles o había la más mínima sospecha de colaborar de algún modo con la ideología británica. Tanto es así que muchos de sus habitantes fueron enviados a diferentes campos de concentración en Europa, sobre todo, al de Lindele, al sur de Alemania. Sin embargo, también se creó un campo de trabajos forzados en una de las islas, en Alderney (de hecho, el único campo de concentración que hubo en territorio británico) y a ella fueron enviados otra buena cantidad de habitantes de Guernsey.

Por cierto, de los niños huidos a Inglaterra no supieron nada hasta seis meses después cuando la misma Cruz Roja comunicó la asistencia de los niños y el acogimiento de éstos por toda la Gran Bretaña.

Llegar a Guernsey

UN POCO DE TURISMO EN GUERNSEY

Guernsey está situado al norte de las costas de Normandía, a unos 40 kms. de la bahía de Saint Maló, y a unos 115 kms. de las costas galesas, y es una de las islas del Bailiazgo de Guernsey en el que están, además de su isla mayor del mismo nombre, las de Alderney, Sark y Herm, y otras islas menores. La isla mayor de Guernsey tiene unos 60.000 habitantes y su capital es Saint Peter Port, con unos 17.000 habitantes, que cuenta con un hermosísimo puerto que se esconde entre sus abruptas costas de acantilados.

Esta línea costera tan sugerente la hace ideal para llegar en ella en barco desde la vecina Gran Bretaña, pues sus atardeceres allí, dicen, son espectaculares.

Aunque cuenta con una pequeña playa arenosa, si buscas un lugar donde tomar el sol lo mejor es desplazarse a la parte norte de la isla donde hay unas magníficas bahías con anchas playas de arena fina. Además, dicen de Guernsey que tiene el mejor clima de toda Inglaterra, con muchos días al año soleado.

Hoy día, además, lejos de aquellos trágicos sucesos, la isla es el lugar escogido por algunas fortunas británicas para tener sus posesiones y es que Guernsey se rige por su propia legislación autonómica de modo que es un auténtico paraíso fiscal para quienes allí se asientan. El dinero ha aflorado a la isla y allí tienen sus casas y helipuertos muchos ingleses de dinero que viajan continuamente desde la isla a Londres.

Por otra parte, mezcla ese toque de elegancia y riqueza con su pasado bélico, y es que Guernsey aún mantiene intactas sus fortificaciones (de hecho, fue la segunda isla más fortificada de Europa en la Segunda Guerra Mundial) y si queréis, podéis visitar muchas de ellas, salvo la batería de Mirus, que está cerrada al público.

Un detalle curioso para finalizar: sus habitantes hablan el francés por regla general, aunque para ser más concreto, es un dialecto del mismo que deriva del normando.

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Category: Turismo e Historia en Europa




Comentarios (1)

  1. Carmen dice:

    ¡Un lugar perfecto para encontrar paz e inspiración!

    ¡Gracias!