Persépolis, brillante capital del imperio persa

| Javier Gómez

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Cuando Alejandro Magno ordenó la destrucción de Persépolis, en el año 330 a.C., dejaba atrás dos siglos de esplendor del imperio persa. Anunciaba así a todo Oriente el fin del poder aqueménida.

Fue en el año 512 a.C. cuando Darío I el Grande ordenó la construcción de un complejo palaciego que pasaría a ser la nueva capital ceremonial del imperio persa. Hasta entonces eran sus capitales administrativas Susa, Ecbatana y Babilonia; sin embargo, Darío buscaba un símbolo propio que lo diferenciara de los principales aqueménidas y del gran Ciro II quien mandara construir la primera capital persa, Pasargada.

El complejo fue construido sobre lo que era la antigua ciudad de Uvadaicaya eligiendo para el emplazamiento las faldas de la formación rocosa de Kuh-e-Rahmat. Sin embargo, la magnitud del proyecto hizo que no pudieran ser acabadas durante el reinado de Darío, y que tanto su hijo Jerjes I como su nieto Artajerjes I intervinieran en su construcción.

Persépolis se emplazó sobre una terraza que tenía 12 metros de altura, cuyos lados eran de 457 y de 274 metros de longitud, respectivamente. La circundó por un muro de 14 metros de altura y construyó una gran puerta de entrada a la ciudad flanqueada por dos toros androcéfalos, la «Puerta de todas las Naciones o de Jerjes I» o «de todos los Pueblos».

Junto a la Puerta de las Naciones destaca la Apadana, gran sala donde se hacían las audiencias, y que está formada 72 columnas de 25 metros de altura cada una. De la mano de Jerjes I se construyó la Sala de las Cien Columnas, concebida como sala del trono, pero si hay algo que se mantenga y destaque por su gran belleza esa es la gran escalera de Persépolis en cuya elaboración se emplearon hasta 1.300 artesanos cualificados.

Esta escalera representa, en relieve, a los súbditos persas llevándole al rey, en procesión, sus ofrendas. La escalera del Este es una de las que mejor se conserva y muestra la recepción que se hace a personajes que proceden diferentes naciones sometidas. Completando el detalle hay flores, árboles y semillas, todas como símbolo de la fertilidad de la capital. La escalera norte fue mandada construir por Jerjes, pero desgraciadamente se conserva en mucho peor estado. Por su parte, en la escalera sur hay símbolos del motivo principal para el que fuera construido este complejo palacial: la celebración del Noruz, el Año Nuevo iraní.

La antigua Persepolis

Desgraciadamente, esta ciudad, símbolo sagrado del imperio persa, sufrió un triste final. Alejandro Magno había demostrado hasta entonces una gran admiración por los territorios persas que iba conquistando con el fin de reconciliar a las sociedades griegas y persas, pero en una decisión que podría considerarse de estratégica mandó incendiar la ciudad de Persépolis. Quería demostrar con ello que acababa el imperio persa y comenzaba un nuevo orden.

Dicen las historias, o quizás las leyendas, que no fue motivo concebido previamente por Alejandro, sino que éste mismo  fue quien arrojó la primera antorcha cuando estaba completamente borracho tras las celebraciones de una gran victoria, siendo Tais, la esposa de su fiel Ptolomeo la que lo empujó a hacerlo en venganza por el saqueo de Atenas por Jerjes I. Fue este mismo odio hacia los persas de Jerjes los que empujaron a muchos griegos hasta entonces prisioneros de los persas, los que participaron en su destrucción.

De aquella gran ciudad que brillara en el firmamento oriental durante dos siglos nos quedan aún sus ruinas que se alzan a unos 70 kms. de Shiraz, en la provincia de Fars, en la actual Irán.

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Category: Turismo e Historia en Asia




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